Claves de la infidelidad feminina

Lacoctelera -07/02/08 – Autor: Julia

Ellas como protagonistas

Se han publicado muchas estadísticas sobre la infidelidad y estudios sobre la forma en que la infidelidad femenina ha aumentado. Pero, más allá de las cifras ¿qué hay detrás de las mujeres que traicionan?

De acuerdo a algunos estudios, cerca del 40 por ciento de las mujeres traicionan, pero nadie se atrevería a confirmar la exactitud de esa cifra. Otros afirman que el índice se igualó al de los hombres, que 50 por ciento es el promedio mundial, el cual ciertamente parece modesto en determinados rincones tropicales. Si es arriesgado decir cuánto engañan, sí se puede intentar saber cómo, por qué y con quien las mujeres están traicionando a sus parejas.

Un estudio realizado en Brasil tomó como base la historia de 30 mujeres a las que se les indagó sobre este tema. La primera pregunta –y la más fácil– fue ¿por qué? Algunas respuestas fueron: por curiosidad, por oportunidad o por soledad en el matrimonio. ¿Cómo? En general, sin grandes arranques de pasión, para ver cómo es, para hacer lo mismo que los hombres. Del grupo de 30 mujeres reunidas, por lo menos la mitad ya había tenido un caso paralelo durante su relación.

¿Con quién? Generalmente amigos, ex enamorados, profesores, instructores de gimnasia y hasta con los médicos de los cuales son pacientes. De las 30, tres ya habían vivido un romance con sus ginecólogos. Dentista y pediatra del hijo también hacen parte del rol de amantes citados. Animadas por las confesiones de otras mujeres, ellas revelaron aspectos de la infidelidad femenina que contradicen convicciones enraizadas. Por ejemplo, en el grupo compuesto por mujeres de clase media alta, pocas afirmaron sentir algún cargo de conciencia, al contrario de lo que dicen las investigaciones. También dijeron que el sexo de calidad con el marido es una de las claves de la fidelidad. La mayoría garantizó que, si todo va bien en la cama, la posibilidad de codiciar el marido de otra disminuye drásticamente. “Para la mujer, el sexo quiere decir varias cosas: que ella aún es amada, deseada, respetada por el marido. El hombre tiene una visión diferente”, afirma el sexólogo y ginecólogo Amaury Mendes Junior, que condujo un estudio con 400 mujeres en su consultorio. Él constató que, en el 70 por ciento de los casos en que la mujer fue infiel, había una queja sobre la vida sexual con el marido.

Las oportunidades son creadas por un cotidiano femenino sin paralelos en la historia de la humanidad. Tener relaciones extraconyugales se volvió más fácil gracias a los cambios estructurales en la rutina de las mujeres liberadas del encierro del hogar. Se incluyen factores como la convivencia con más hombres en el ambiente de trabajo, el anonimato de las relaciones en internet, o la simple tribulación de la vida profesional, con ausencias que no despiertan desconfianzas, como los viajes de trabajo, los congresos, donde todo el mundo está, de cierta manera, disponible”, afirma el psiquiatra Moacir Costa, en Mujer, la conquista de la libertad y el placer.

Sin arrepentimiento

Esos cambios son detectados en los consultorios terapéuticos. La traición que era confesada por mujeres a llantos, llena de arrepentimiento, hoy es un tema que tiende a ser tratado de forma más racional. En general, la mayoría de las pacientes hasta prevé la infidelidad antes que se realice. Los reclamos de que el matrimonio ha caído en el tedio y que el marido es indiferente preceden al caso en sí. “Hoy, algunas llegan aquí y ya piensan que traicionar es consecuencia obvia del aburrimiento de la vida entre los dos. Eso era inconcebible algunos años atrás”, dice Costa. El hecho de que el casamiento también perdió el peso de institución mandatoria, abriendo espacio para escoger libremente, es otro elemento que influencia las experiencias femeninas, según constata el psiquiatra. “Incluso después del matrimonio, ellas alimentan la duda de saber si hicieron lo correcto o no”, relata. “A veces, la traición ocurre para corroborar la elección del marido. Del tipo “voy a probar con otro hombre para ver si mi marido es realmente el que yo quiero en la cama”. Es, sin duda, un tipo de conducta nueva”.

La preocupación, obsesión, dirían muchos, con la fidelidad femenina fue consolidada a lo largo de milenios por motivos culturales, antropológicos y biológicos que son casi auto explicativos.

El hombre ¿promiscuo?

En las sociedades patriarcales, aplastantemente mayoritarias, la perpetuación de la tribu se da a través del linaje masculino.

Admitir la diversidad sexual de la mujer amenazaría los fundamentos del tejido social, y principalmente, traería dudas sobre la transmisión del patrimonio genético del macho. En razón de ese imperativo supremo, existe un ramo de la ciencia que pretende analizar el comportamiento humano a la luz de las características adquiridas para la preservación de la especie.

De acuerdo a esa teoría, el macho humano, como la mayoría de sus equivalentes animales, es intrínsecamente promiscuo, pues vive apremiado por la necesidad de diseminar sus espermatozoides, en cuanto la hembra, que siempre tendrá la certeza absoluta sobre la transmisión de sus genes, tiene como prioridad crear la prole en condiciones máximas de seguridad, lo que exige por lo menos alguna estabilidad conyugal. Se especula que el único animal monogámico de la naturaleza, según la teoría, es el cisne. Es decir, quien requiera fidelidad, cásese con uno.

Ellos traicionan por sexo

Como todo en ese campo, es posible defender teorías antagónicas. “El concepto de que solo los hombres son polígamos es el mayor mito de la sexualidad”, sostiene la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, en los Estados Unidos. En su libro Anatomía del Amor, Helen estudió el comportamiento sexual de hombres y mujeres en 62 sociedades alrededor del planeta y concluyó que el adulterio en todas partes del mundo es tan común como el matrimonio. Y claro que muchas mujeres (y hombres también) optan por ser fieles. Pero eso es una elección, o una necesidad social, no una imposición biológica. Por más conflictos que generen los argumentos de la eterna disputa entre biología y cultura, el sentido común prevalece en algunas constataciones. La más obvia, los hombres traicionan por sexo. Ya en la complejidad de la psiquis femenina, los motivos se multiplican.

El hecho de que el enfriamiento conyugal, que lleva a los maridos a buscar la variedad, corroe también en las mujeres uno de los más poderosos motores de la sexualidad femenina, y por consecuencia de la autoestima: el sentirse intensamente deseada. “Mi marido dejó de notar que me cortaba el cabello, o que estaba usando ropa interior nueva. No preguntaba nada de mi vida, ni cómo había sido mi día. Pasé a sentirme una basura, totalmente despreciada. Traicionar fue una forma de escape para probarme a mí misma que yo no era tan insignificante”, dice una doctora de 35 años, que traicionó a su marido solo una vez. “Ese hombre que conocí dijo que soñaba con el perfume de mi cabello. Y yo me rendí totalmente”, afirma.

Entonces, ¿las mujeres felices en su matrimonio no traicionan? “Eso no tiene nada que ver. La felicidad en el matrimonio es un término amplio. Se puede ser feliz en ciertos aspectos y en otros no”, dice Stephen B. Levine, psiquiatra americano, especialista en el tema. A veces, la oportunidad, una carencia momentánea, una atracción sexual fuerte bastan. Si la pareja está en una fase de enfriamiento o está más centrada en los hijos, también se vuelve más vulnerable.

Todo el mundo, hombres y mujeres, está sujeto a conocer a alguien interesante en cualquier momento. “Tenía una vida maravillosa, un hijo lindo, todo iba bien. Pero comencé a envolverme profundamente con un cliente de mi empresa. ¿Por qué? Atracción, sólo eso”, cuenta una publicista de 33 años.

La resaca moral, mencionada por los estudiosos, es recurrente. La mayoría de las personas afirma que prefería que la infidelidad no ocurriese. Si hay hijos, el remordimiento pesa más aún. “Ellas sienten que están actuando equivocadamente, transgrediendo el patrón social que les fue impuesto. Pero eso sólo suele suceder cuando se está lejos del amante.

En la cama, ninguna se pone a pensar en la culpa”, dice la psicóloga americana Donna Bellafiore, autora del libro Conversación Franca sobre la traición, una guía de autoayuda para parejas. La distancia entre la culpa y vértigo, como siempre supieron los grandes conquistadores de la historia, es muy pequeña. “Dar el primer beso es difícil, pero después se va avanzando paulatinamente. Cuando se dan cuenta, ya están andando juntos de la mano por las calles”, dice una empresaria de 35 años, que mantuvo una aventura durante cuatro años.

Fidelidad al amante

Las manos dadas, evidentemente, simbolizan el vínculo emocional que la mayoría de las mujeres busca, inclusive en sus aventuras, tanto que la infidelidad femenina tiene menos de sexo tipo hola y chao, que es más común entre los hombres.

En los consultorios terapéuticos se constata que muchas veces las mujeres tienden a ser más fieles a los amantes que a los maridos. “Hay una transferencia de expectativas. Aquel sujeto con el cual ella se casó y juró amor se convirtió en un sapo.

Allí, ella transfiere todas esas expectativas juveniles para el nuevo tipo que aparece, inclusive la fidelidad”, comenta Zoraida de Andrade Faria, quien escribió su tesis de doctorado sobre la atracción sexual. “La mujer se expone menos. No va a arriesgar su matrimonio por una noche de sexo con un extraño. Lo que ella busca en el otro es lo que ella no encuentra más en el marido.

Es así siempre, cariño, atención, elogios

Sexo es un detalle”, dice Berth Hedva, psicóloga canadiense autora de varios libros sobre este tema.

Por ese motivo, las mujeres que traicionan casi siempre lo hacen con personas conocidas. Una investigación americana señala que en el 60 por ciento de los casos, la traición ocurre en el ambiente de trabajo. Es aquel colega con el que ella va a almorzar todos los días y con quien intercambia pequeñas confidencias por email. Gente con quien ella ya tiene cierta intimidad. Una publicista de 49 años que participó en el debate, reveló que tuvo por lo menos cinco aventuras en el transcurso de 20 años de matrimonio, siempre con conocidos. Entre ellos, compañeros de oficina, el pediatra de los hijos, y el ginecólogo. “Ocurría una atracción física fuerte, pero en el caso del pediatra, yo también me sentía protegida por el hecho de que él supiera cuidar de mi hijo, sentía gratitud”, cuenta.

Hombres sin pistas

La diferencia radica entre los motivos que llevan a la traición también hace que la percepción que los hombres tienen sobre la infidelidad femenina sea muy diferente de la realidad. La psicóloga americana Shirley Glass, considerada la madrina de las investigaciones sobre infidelidad, de acuerdo al diario The New York Times, hizo un estudio con datos curiosos sobre la idea masculina de la infidelidad de la esposa. De acuerdo con el estudio, los hombres generalmente no tienen la mínima idea de cuando la mujer está viviendo un romance fuera del matrimonio, al contrario de las mujeres, que, según constató, aciertan en el 90 por ciento de las veces en que desconfían. Glass, fallecida hace pocos años, defendía la tesis de que la mayoría de los hombres, si no niega las evidencias, busca las señales obvias de la traición. Es un error, porque en la realidad, los indicios son casi siempre lo contrario. Por ejemplo, no pasa por la cabeza de gran parte de ellos que la mujer pueda interesarse en un tipo más viejo, calvo y con pancita. El marido, generalmente, desconfía del guapo, joven y audaz. Sin imaginarse que si el sujeto de la pancita y la calva presenta buen desempeño emocional, con demostraciones de afecto, tendrá buenas posibilidades. En algunos casos, la perfidia femenina no es apenas paranoia de los machos. “Después de comenzar a traicionar a mi marido, pasé a tratarlo como a un rey en casa. Él no percibía nada, inventaba cursos de cerámica, mil viajes de trabajo, pasaba el día en la internet, tenía dos direcciones electrónicas que mi marido ignoraba. Yo sabía que él jamás lo descubriría porque empezaría a buscar cuentas de tarjeta de crédito o llamadas en el celular, cosas que obviamente, yo escondía”, cuenta una abogada de 41 años, que mantuvo un caso extraconyugal por tres años”.

Y si se es traicionado

El hecho de que la infidelidad femenina pareciera estar más presente hoy, comienza a despertar entre los hombres, el mismo tipo de reacción con que tantas mujeres ya debatieron, ¿qué hacer cuando el cónyuge vive una aventura? Pero ni pensar en desbaratar el matrimonio por causa de eso. El matrimonio sí que vale salvarlo.

Si el escándalo seguido con la consecuente expulsión de la adúltera, suenan anticuados, el sufrimiento no tiene nada de superado. “Descubrir que fue traicionado desestabiliza al hombre en su característica más íntima, la virilidad.

Su identidad masculina es herida. Eso es algo muy profundo. Las mujeres se sienten agredidas en su papel social, en cómo van a tener que lidiar socialmente con ello, lo que también es una pesadilla”, afirma el psiquiatra Luiz Cuschnir. En su consultorio, él intenta dar tres consejos a los pacientes casados con mujeres que les fueron infieles. El primero, que la traición fue algo que sucedió “con ella”, no dice nada respecto de ellos y no debe afectar su imagen. Otro, nada de pedir detalles sobre la aventura, eso sólo trae más angustia. Y más, protéjase de las actitudes autodestructivas, como beber demasiado, ceder a los impulsos violentos, y acabar con el matrimonio. “Puedo garantizarle que el impacto del fin de un matrimonio sólido, debido a una traición cualquiera, tiene un poder destructivo 10 veces peor que la traición en sí. Una aventura no debe y no puede tener tanto poder”, sostiene el especialista.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar

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